Ko Un (Kunsan, 1933), hijo de campesinos pobres a los ocho años ya conocía los textos clásicos chinos, a los 15 encontró un libro al borde de la carretera que le reveló la intensidad de su propia emoción ante la poesía, a los 17 –tras estallar la guerra en su país- fue movilizado y esa dura experiencia le impulsó en varias ocasiones al suicidio, a los 19 entró en una orden budista para vivir de limosna, a los 25 publicó su primer libro y a los 29, tras ser jefe sacerdote del templo de Chondung, abandonó su comunidad. A los 30 años quemó todos sus manuscritos, y si bien a los 33 vuelve a publicar (Cantos a la orilla del mar), a los 34 se entrega a excesos alcohólicos, a los 37 intenta suicidarse de nuevo, a los 40 milita por los derechos humanos y crea la Asociación para la práctica de la libertad, a los 47 es arrestado por sospecha de alta traición y condenado a cadena perpetua, a los 50 es liberado, se casa y empieza a escribir con renovado ímpetu. Entre novelas y poesía ha publicado ya más de ciento veinte libros, ha obtenido numerosos premios y por dos veces ha sido nominado para el Premio Nobel




El delante del árbol


Mira, los humanos de espaldas.

Si Dios existe

ésta su forma

y de este modo?

Todo árbol

tiene un delante y un detrás.

No necesariamente por culpa de la luz del sol.

No necesariamente por el Norte y por el Sur.

Cruzo su delante y encuentro el árbol,

cruzo su detrás y me despido de él

y ya me falta, ese árbol.

No tiene palabras, el árbol,

pero siente palabras de amor,

tiende más hojas al soplo del viento.

Las hojas del nuevo año

son aún más verdes.

Y cuando el verano haya pasado

destellará allí,

con un rojo de fuego

que nadie podrá nunca igualar.

Con un rojo de fuego

al que ningún final de una amistad humana

podrá extinguir.



El camino


De ahora en adelante, esperanza.

Me falta el aliento,

de ahora en adelante, esperanza.

Si no hay camino

lo construyo mientras lo hago.

De ahora en adelante, historia.

Historia no como pasado,

sino como todo lo que es.

Del futuro, de sus peligros,

en mi vida presente,

hasta lo desconocido que viene,

y la oscuridad que viene.

Oscuridad

es solo ausencia de luz.

De ahora en adelante, esperanza.

El camino no existe.

Por esto lo construyo mientras lo hago.

He aquí el camino.

He aquí el camino,

y lleva siempre consigo, impecable,

numerosos mañanas.



La vela blanca


Nadie desea la tempestad, ¡esto es cierto!

Y, en cambio tú, blanca vela ahí fuera en el mar,

en lo hondo del corazón esperas que llegue la tempestad.

Porque sólo durante la tempestad

logras estar viva.

Oh, blanca vela paciente y nostálgica en el gran mar azul!

La lucha ha empezado.

Mi mirada no se aparta de ti.

Entre la hierba, bajo mis pies,

incluso una brisa suave es tempestad.

Comentarios

Anónimo dijo…
Las emociones se vuelven más fuertes que nosotros. Muy atrevidamente viéndome como escritora, la percepción profunda y detallada de las cosas no ayuda mucho, y no todos tenemos los mismos escapes. Lo que me parece bonito de los escritores como Ko Un es esa naturalidad en los textos, esa conexión en lo natural. Y sí, espero no perder esta costumbre loca de escribir.
Camilo Jiménez dijo…
No tenía ni jodida idea de la existencia de este autor. Gracias por mostrárnoslo. Vaya poemas tan naturales, tan implacables. Seguiré expurgando el blog, pinta más que bien.

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