Yeats o la harina de las catedrales


La poesía de William Butler Yeats, buscador de héroes sobre navegaciones de universos catedráticos, gira sobre dos ejes básicos: la defensa de la identidad nacional de Irlanda, antes de que apareciera el IRA, y la exploración de los misterios psíquicos y sobrenaturales (fue muy aficionado a la cábala y el ocultimo). De la primera nace su interés por los mitos y el folclore de su tierra; de la segunda, su abundante y difícil simbología: árboles, pájaros, rosas, escaleras, pozos, etc. "La rosa" y "El viento entre las cañas", de influencia simbolista, contienen leyendas, paisajes y recuerdos de Irlanda. "La Torre" recoge sus preocupaciones intelectuales y místicas y su nostalgia del pasado. El amor y la pérdida de la juventud le inspiraron también hermosos poemas.
Existe un poema, "Cuando seas vieja", rescatado, sin duda alguna, de un soneto de Ronsard, que comienza "Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela," que remodela el aojamiento del Carpe Diem horaciano o el Colligo virgo rosas, pues el canto al amor, entendido como pérdida de los años en que la belleza puede desaparecer (tema, por otro lado, tópico en poesía), será uno de los más autorizados por Yeats, quien hizo del amor, como de la remememoranza de la juventud todo un apacentamiento lírico, sobre el cual, como ciudadano literario de la carne y la rosa que era, descargó toda su metáfora diurna.
En relación a los poemas de raigambre nacionalista, dentro de una adivinación política que desembocaba no en la violencia sino en la belleza, prodemos darnos cuenta de que la poesía de Yeats es de un compromiso soscial y público que pudiera enardecer a las masas optimizadas por un cambio de rumbo en la vieja Irlanda, que supurando las costas, prendía la batahola refulgente de una independencia que estaba, desde hacía tiempo, medida por la batimetría fijada de los océanos,. Yeats se había dado cuenta de todo y lo hacía bruñir en sus poemas, que profundamente, para que quedaran asolados ante el mundo, pero inmensamente comunicantes, William Butler Yeats, más conocido por las iniciales que le nombran, fue un nacionalista irlandés que bebía cerveza mietras componía versos en los acantilados de Irlanda, intentando que la canalización de su compromiso político, desde el punto de vista literario, pudiera ser utilizada para el avance de las libertadoes asociativas y para la consolidación de un crisol de ya viejas aventuras sociales y públicas, intentando ayudar en lo que pudiera al crecimiento natural del nacionalismo irlandés. Quizá Yeats iba para revolucionario y quedó en poeta, que no se sabe ya que es lo mejor, porque la poesía no es que sea revolucionaria sino que siendo revolucionaria deja de ser poesía, pues el compromiso social y político hay que dejarlo, creemos nosotros, para los obreros y los banderilleros, que son los que tienen que hacer las revoluciones, pues en poesía se debe buscar la vanguardia o la pureza, por no decir el clasicismo o los nuevos u otros ocultos estilos literarios que no se sabe por dónde fatigan la metáfora y la natación adjetival.
De modo que Yeats, sin ser obrero, como Blas de Otero u Orwell (éste novelista), fue un poeta comprometido, pero este compromiso, quizá, a no ser que sea utilizado a pie de trinchera, como hizo Miguel Hernández, no sirve para nada, pues las hojas políticas, al ser incomprendidas o monótonamente descubiertas, en seguida se convierten en hojas muertas, cual hojarasca volteada por los vientos otoñales. Yeats lo intentó y no le salió bien. Porque un poema nunca podrá mover el mundo, por mucho que el mundo quiera ser movido por un poema. Si bien es cierto que, en ciertos casos, puede más la palabra escrita que la acción, pero esa palabra siempre ha venido desde el terreno de la intelectualidad, nunca desde la poesía, que es una cosa de señoritas y peluqueros.
De modo que a Yeats le quedaba mejor su etapa como poeta simbolista, rememorando, en algunas señalizaciones al simbolismo finisecular del diecinueve en el que se movieron Baudelaire y tantos otros. Yeats es seguro que, atajando en su lírica, leyó a Jean Moréas (pseudónimo francés del griego Joannis Papadiamantopoulos), el cual está claro que tomara pseudónimo, pues de otro modo más que poeta hubiera acabado en nadador de piscinas. Yeats, que era un gran ojeador de la tradición poética, pues su imantación literaria era tan contundente como la arquitectura de un edificio eclesiástico, conoció, sin duda, la obra simbolista del nortemaericanoStuart Merrill, convertido en auténtico poeta francés. Yeats, que era un águila de viva cumbre, osciló entre las lecturas de Francis Vielé-Griffin, Henri de Regnier y el simbolismo belga de Rodenbacg, afincado en París, porque París no es que fuera una prostituta, que también, sino que vertía rosas por los callejones antes de que los estilos literarios principaran a amar a los perros diurnos, y también el belga Verhaeren, y Maeterlinck. Ortro caso de puro simbolismo fue George Rodenbach, quien se entregó a la contemplación y la evocación, dando prioridad al objeto observado sobre el sujeto observador le symbole, ce que je vois (el símbolo, lo que veo). Otros casos de crisálidas simbolistas del fin de siécle, que no fue final sino el principio de la carrera de las manzanas, muy curiosas, fueron Emmanuel Signoret, poeeta mediterráneo; Louis Le Cardonnel, que dio un simbolismo religioso ordenándose sacerdote, y Pierre Louÿs, que dio un simbolismo erótico.
Yeats, que fue un poeta que vio en el símbolo un modo de conmover, tras la visualización de la palabra, el verdadero sentido de la visualización, supo, al menos esas fueran sus innegables influencias, quien era Albert Semain, como supo de la existencia de Francis Jammes, un poeta lleno de luz y serenidad idílica.
Hubo un poeta que cronológicamente es difícil de colocar: Germain Nouveau, quien tiene la importancia de haberse relacionado con Rimbaud y Verlaine (con Rimbaud pasó una temporada en Londres, y, conociendo a Rimbaud, existen posibilidades de que fuera una temporada en el infierno).
Lógicamente toda esta escuela tiene dos grandes padres literarios, de los cuales Yeats de ningún modo pudo desembararazarse, estamos habando del simbolismo de Charles Baudelaire y del simboismo de Stephen Mallarmé, pero no es el momento aquí de profundizar en estos dos poetas, pues largo me lo fiaríais.
De modo que W.B.Yeats, que como su contemporáneo T.S. Eliot, otro poeta cuyo fama está en las iniciales, aparte de su reconocido patriotismo, cotizó estilo anunciando influencias de un simbolismo mallarmeano; sin embargo, es última preocupación sus frases intelectuales, como decíamos, y sus adentros hacia el iracundo misticismo, aparte de cierta añoranza por un presente ya ocurrido. Si bien lo que más información celebra su manera de profundizar la lírica que derramaba entre misterios contables es el arreglamiento del amor y la pérdida de la juventud, como ya hemos apuntado al principio de este capítulo. Yeats, que fue operado de ántrax entre la bnelleza de las rosas, es poeta de amor, suave como lanzamientos de progresivos atentados contra la violencia, porque amar es violenta fuerza que hiere la razón y la rotura del alma. Yeats amó y fue ese amor el que le hizo ser poeta celebrante de pura poesía amatoria, cual Bécquer o Quecedo o Garcilaso o Rousard, porque ya le hemos buscado la hermandad con el poeta renacentista francés, pues fue Ronsard un poeta celebrante de amor y alentador del entusiasmo por la vida, pues Carpe Diem canto, como Yeats, quien de manera acusada edificó en arte la búsqueda de la felicicidad en los momentos dichosos de la juventud, como si Petrarca o Garcilaso o el Renacimiento entero, como una époica relumbrante y atildada de cuerpo fino, hubieran acudido a escribir el poema, y precisó que era más deseoso vivir el presente, cuando la belleza está atalantada que esperar a que el tiempo pase y se aje la hermosura.
De manera que, y ya finalizamos, Yeats, nacionalista irlandés, fue simbolista por culpa del Fin de Siècle, y fue poeta, como Rilke, al fin y al cabo, porque encontró en la poesía ese aplazamiento de la muerte tan necesario cuando la muerte es cúmulo de perros oscuros que ocultan símbolos, llámense rosas, pozos, árboles, bosques, pájaros, silencios, lluvias, y todo un mundo sumergido bajo el lenguaje prístino que está superpuesto y vivo para celebrar el profundo o iracundo amontonamiento del mundo, el cual se ve o no se ve, dependiendo de la insinuación simbólica.

Comentarios

Anónimo dijo…
La letra es muyu pequeña. Intenta mejorar la presentacion para los que queremos leerte.
Rosario

Entradas populares